jueves, 12 de agosto de 2010

Los lances definitivos

Tengo el blog abandonado, pero es que me planteé o salud o blog, y evidentemente ganó la primera. Han sido cinco días, a cada cual más intenso y con sensaciones más variopintans, pero tanto ritmo nos ha ido llevando a todos, prejubilados y activos, a la cama en cuanto se podía.
Almuerzo en la parroquia de Conil
El fin de semana es habitual que en el Campo de Trabajo dediquemos tiempo y espacio a la convivencia interna entre los animadores y a subir el ánimo de la tropa y cuidar las "pequeñas heridas", tras la primera semana de batalla. Este año se propuso una novedad y era pasar el fin de semana entero fuera. Así lo hicimos, y nos "mudamos" a la parroquia de Conil, donde los animadores evaluaron la primera semana, tuvieron un diálogo por parejas sobre su fe, oramos, compartimos la Eucaristía con la comunidad parroquial y hasta pudimos hartarnos de comer arena durante una rato el domingo por la mañana, debido al levante.

Como siempre, la cara b del disco fueron coches reventados de tiestos y dos carros repletos en Mercadona que nos llenaron las neveras y las barrigas. Juana Mari se quedó en tierras portaleñas y María Luisa ejerció de pinche, con muy buena nota...

DÍA DE PLAYA
El lunes tampoco fue día normal. Ya el año pasado cambiamos un día de piscina por una convivencia en un espacio más libre, y este año nos aventuramos, después de muchas ediciones de darle vueltas con conclusiones negativas, a ir a la playa con los niños y las familias. Fuimos a Valdelagrana, a El Puerto de Santa María, con una alerta naranja que amenazaba superar los 40º a la sombra. Nos quemamos los pies, nos picaron las medusas, pero nos los pasamos en grande.

Ya dije el otro día que los días de piscina, y en este caso de playa, para este cocinero, son una oportunidad para tener un contacto directo con los niños. Y efectivamente no paré: un gran castillo de arena, con siete u ocho chiquillos alrededor, fútbol, jugar con la pelota en el agua... Y a todo esto, con mi vueltecita previa de rigor por los chinos de Jerez, buscando materiales. Así llegamos, deseando encontrar ducha y cama.

COMIDA PARA MÁS DE 100 PERSONAS
El martes sí que fue un día grande. Posiblemente de los más bonitos que he vivido desde que llegué a El Portal en 2005.

La cena de las familias, con Juana Mari, de verde, disfrutando
Otro de los dinamismos habituales en este Campo de Trabajo es la cena de los niños. Una tarde hacemos más hamburguesas que el burguer de un centro comercial y tenemos un rato de juegos nocturnos con los niños. Eso, sumado a los ratos de piscina y playa, va estrechando lazos, acentuando cariños y ampliando sonrisas. Este año esa cena tenía lugar, pero con una novedad, y es que también subían los padres y madres a cenar, y para ellos no había hamburguesas...

Eso significaba plantear dos cenas paralelas, con 50 comensales previstos en la de adultos, y unos 75 en la de niños. El menú infantil, sencillo. Hamburguesa, patatas de bolsa, refresco y helado. El de adultos, digno de cualquier comida de empresa en un restaurante: tablas de patés, un plato de chacinas para cada uno, langostinos, chistorras en hogazas de pan, churrascos con patatas panaderas a la castellana o al roquefort, y tarta helada de limón.

Antes de cocinar, primero comprar. Fue el día que más vueltas di, y cuando a más sitios fui. Para colmo, las dos ruedas que no cambié me hacían notar el coche raro, con vibraciones, frenadas ruidosas e incluso derrapes, por lo que acabé yendo a un taller a revisarlas, y tomé la decisión de cambiarlas también.

Llegué a El Portal cuando todos habían comido ya, un menú delicioso de aprovechamiento de los restos existentes en la nevera de días anteriores. Comí solo, aunque con la compañía y la charla de Paco, el loco con el que me embarqué en el 2005 a montar un campo de trabajo y con el que he compartido mil aventuras y desventuras. También llega de prejubilado, con lo que tengo un nuevo pinche. Sobremesa de charla y ponernos al día, una siesta tardía y corta, y al lío.

Lidia, Selu y Miguel, a la rica hamburguesa
Paco se encargó de coordinar el montaje de mesas y de distribuir al personal, y yo de plantear los menús e iniciar los preparativos. Con el fichaje de María José y Leti para cocinar el banquetazo, y de María y Mavi para la hamburguesería, todo salió estupendo. Además, montamos un equipo de camareros que ni una boda, y funcionamos como un reloj.

Esa es la versión interna. Fuera, se juntaron casi cuarenta padres y madres, al margen de los niños que tenían su comida en otro rincón. El ambiente fue precioso, con mucha gente joven que era la primera vez que subía y, sobre todo, con la novedad de que nos sólo fueron las madres las asistentes (que son nuestros rostros habituales) sino que los maridos se animaron y echaron un buen rato. Juana Mari, la hermana que lleva tantos años peleando por el proyecto, tenía los ojos de una niña el día de Reyes. No cabía de gozo. Tras tantas penalidades, que tuvieron su último capítulo el domingo, cuando nos encontramos una parte del uno de los patios incendiada (es un terreno con malas hierbas y pastos, y algún gracioso tenía ganas de ver a los bomberos...), el juntar a tanta gente aquí, con la escusa de una cena, pero reunidos para la educación de sus hijos, era un gran regalo que Dios le hizo a Juana Mari. Ese día Dios, estaba sonriendo entre los fogones, vestido de pinche.

María José y Leti, cocineras de honor, con Soraya y Aranza,
camareras de lujo
OTRA VEZ PISCINA
Y con esas alegrías, llegó el miércoles, último día de piscina. Como no podía ser de otro modo, antes tuve que ir a Jerez, a imprimir unas fotos para una dinámica de la noche, y para cambiar las dos ruedas que dejé pendientes ayer.

Una vez resueltos esos recadillos, y casi rozando ya los 600 kilómetros, llegué a la piscina de Torrecera, y se repitieron las escenas del miércoles anterior y del día de la playa. Rodeado de niños y más feliz que una perdiz.

Aproveché también para dedicarle un rato a Mavi, monitora del campamento, pero catecúmena mía en Jerez, y con la que tenía pendiente una entrevista personal. El tema del acompañamiento sigue siendo una de nuestras grandes asignaturas pendientes, y con el grupo que he tenido este año, de 2º de bachillerato, y con muy buena trayectoria anterior, he dado algunos pasos. Me ha ayudado mucho que varias sean ya nuevas catequistas, o que María J, Natalia, Mavi o Jualia (que al final no pudo venir por avatares del destino), compartan conmigo el campo de trabajo.

De vuelta a la casa, no mucho tiempo para descansar. había que preparar dos comidas distintas para una cena con dinámica. Se trataba de la conocida como cena del hambre, retrato de la cotidianeidad, donde los ricos se sobrealimentan, y los empobrecidos tienen que compartir cacerola y una comida bastante parca, en este caso, arroz blanco, pan y agua.

Es curioso cómo a mucha gente le cuesta hacer de rico en esta dinámica. Realmente no se come nada muy distinto a un día semifestivo en El Portal (llevamos dos santos y un cumpleaós) o a una cena hipercalórica que alguien pueda hacer en su casa. Pero claro, como se comentaba hoy, no es lo mismo comer sin ver que a tu lado hay alguien que no come... En nuestras casas, si el telediario no tiene a bien mostrarnos algún país en conflicto o alguna catástrofe, no comemos viendo a gente con hambre (incluso ahí podemos cambiar de canal), y se nos olvida fácilmente. Tendríamos que refrescarnos la memoria social y solidaria más a menudo, y al menos facilitar un megáfono para propagar la voz de los que no la tienen en el mundo de hoy, de ese 80% de población mundial que vive bajo el umbral de la pobreza.

Del recordar que somos privilegiados y que aún debemos compartir y denunciar mucho más, se pasó a la oración, que, de la mano de Aranza, Selu y María, nos llevó a enfocar el tema solidario desde una vertiente muy adecuada. No se trata tanto de rezar por los pobres, que también hace falta, sino de escuchar la voz de Dios y afrontar la misión que Él tiene para ti.

Este prejubilado, que ya se plantea las misiones con largo recorrido, piensa ya en formar una familia cristiana (algún día de estos), en encontrar por fin una realidad de marginación en la que abajarme (por mi y por circunstancias, nunca he llegado a encontrar un compromiso estable en este ámbito), y en reafirmarme en que mi camino como agente de pastoral (lo de prejubilado es una forma de hablar que explicaba en mi primer post) aún tiene recorrido por delante (viene una generación fuerte detrás, pero hace falta una buena transición para no dejarnos cosas esenciales -al mismo Dios- por el camino). Y todo eso enmarcado en un camino que llevo recorriendo un par de años, sin pausa pero sin prisa, para convertirme en asociado lasaliano (podemos decir brevemente que es un modo de pertenencia, por asociación a la misión, sin necesidad de consagrarse, lo que abre un gran camino a los laicos).

Ya son las 3 del jueves. Hoy tocan talleres, y ya se ve el final. Son los lances definitivos...

No hay comentarios: