jueves, 5 de agosto de 2010

El primer día de piscina del campo de trabajo

Hoy estoy agotado. Creí que no sería capaz de escribir, porque me dormiría en la oración, que ha terminado hace un rato. Pero una ducha (no sé si hoy es ya la tercera o la cuarta, sin contar con las horas de remojo en la piscina) me ha recargado levemente las baterías y voy a intentar contar de manera rápida (ayer me embalé) las vivencias del día.

Los días de piscina en el campo de trabajo son siempre agotadores, pero creo que el primero siempre lo es más. Tras dos días de talleres, los animadores tienen la oportunidad de tener más contacto directo (hablo literalmente) con los chavales. Casi es imposible ver una espalda de un monitor libre, ya que de ellas cuelgan, abrazados, niños y niñas buscando risas, cosquillas, ahogadillas o simplemente acaparar la atención de sus nuevos educadores.

Para este cocinero, después de llegar dos horas más tarde que los demás a la Piscina Municipal de Torrecera con 52 litros de zumo y otros recados en el maletero, el día de piscina también supone la oportunidad de interactuar con los niños. Me sigue sorprendiendo que después de un año sin verme (además el año pasado ya hacía mis pinitos en la cocina) se acuerden de mi nombre y de las cosas que pasaron hace unos 365 días. Evidentemente, tampoco yo "escapé" al cariño de los niños y, entre los kilómetros de un lado a otro, el calor, ejercer de trampolín humano en múltiples opcasiones, descargar los 52 litros de zumo en El Portal y preparar la cena del 18 cumpleaños de Natalia, pues ya pocas fuerzas quedan.

El poster de la presencia de Dios cada día en nuestras vidas es un puzle
Aranza, Selu y María han repasado con nosotros toda la vida y toda la presencia de Dios que hemos encontrado en este día en el que, una vez aquí en la casa, y mientras preparábamos la cena, los animadores han bajado a la barriada para aterrizar un poco más en la realidad con la que trabajamos.

Yo hoy he seguido charlando con Dios entre los pucheros, intentando sorprender con una cena diferente; lo he encontrado en los niños y en la ilusión de los animadores en la piscina; en la felicidad de la hermana Juana Mari cuando ha visitado a las familias de la barriada, y especialmente en Natalia y Guillermo, los padres de Natalita (compañeros míos de una comunidad lasaliana), que le dan gracias a ese mismo Dios por el regalo que les hizo hace 18 años en forma de una niñita rubia preciosa, inquieta y con mucho futuro por delante, que nos está haciendo mayores a todos. FELICIDADES PEQUE

Natalia, con su fiel escudera, Julia


PD: Al final en la entrada de ayer me equivoqué en los kilómetros que acumularía hoy. No fueron 200, sino 197... (me quedó pendiente un viaje de ida y vuelta a El Puerto)

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